miércoles, 11 de enero de 2012

Invisibles

Son tiempos de precariedad laboral y existencial, de ceder y ceder hasta encontrarte a ti mism@ trabajando gratis en algo que jamás te hubieras imaginado... al más puro estilo "yo nunca". 
Son tiempos de preguntas existenciales, de reinventarse, de plantearse caminos oscuros como única salida al estancamiento...
Y en medio de esta crisis - que inocentemente esperé que sirviera para reorientar el rumbo autodestructivo que había tomado la humanidad - nos damos de bruces con antiguos vicios sexistas y viejas costumbres que creíamos desaparecidos ("Zás! En toda la boca"):

Hoy he asistido por primera vez a la presentación de un proyecto de la empresa en la que "no-trabajo". Para mi grata sorpresa, los clientes eran cinco mujeres (¡y jóvenes!) y un hombre... ¡¡todo altos cargos!! Imaginad mi desilusión cuando, nada más sentarnos en la sala de reuniones, la dinámica de fuerzas ha quedado establecida: mi jefe (hombre, por supuesto) y su jefe ("el hombre") cada uno en una punta de la mesa, dirigiéndose exclusivamente el uno al otro, como si los demás (sobretodo "las" demás) fuéramos simples espectadoras en un partido de ping-pong.


Vale: admito que ambos eran los "jefes" y, hasta cierto punto, es normal que tomaran la iniciativa y llevaran la voz cantante de sus respectivos equipos. Pero no he podido evitar asustarme al observar, más allá de los juegos de rol cliente-vendedor, cómo este reparto de la palabra y del poder ha ido en aumento a lo largo de la reunión.


¿Entonces qué? ("So what?" que diría mi jefe). Encima de que las tasas de desmpleo se disparan, según los sindicatos, en los "sectores más ocupados por la mujer", y además de que el paro femenino crece a un ritmo que casi triplica el masculino, resulta que volvemos a ser invisibles en los pocos trabajos que conservamos. De repente, somos mudas o nuestro criterio es menos válido que el de nuestros compañeros. De repente, carecemos de toda autoridad... incluso de la que formaba parte, en teoría, del puesto directivo.

¿Por qué este paso atrás? ¿o es que siempre hemos sido mudas/secundarias/invisibles pero ahora es más evidente? 


(Imagen tomada de la serie Mad Men)




3 comentarios:

  1. "De repente, somos mudas o nuestro criterio es menos válido que el de nuestros compañeros. De repente, carecemos de toda autoridad... incluso de la que formaba parte, en teoría, del puesto directivo."

    Eso se podría afirmar si en esa mesa de ping-pong alguna de las presentes hubiera hablado y se le hubiese ignorado... la pregunta que me asalta es: ¿Alguna dijo algo? Nadie lleva a una reunión a una persona para pasearla, si vas con alguien a una reunión es porque esperas que aporte algo a la misma, de lo contrario, lo mismo me da que sean mujeres, hombres o chinchillas.

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    1. Pues eso: lo mismo da mujeres, hombre o chinchillas. Pero en este caso eran mujeres, y jóvenes en su mayoría (entre los 30 y los 40).

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  2. Depende de la empresa, siempre. Si hubiera sido mi ex-curro cuya media de edad de los trabajadores era 30 años y nacionalidad variada, les hubieran preguntado una a una qué les parecía el asunto. Aunque no hubieran "decrochée un mot" en ningún momento, no significa que no tengan opinión. A veces incitar al diálogo en una reunión para romper el hielo saca muy buenos resultados de la misma. No obstante, se nota que estamos hablando de una empresa española y con directivos de más de 45 años y al más puro estilo Mad Men.

    A mi amiga María, sus jefes no le quieren pagar un sueldo de ingeniera pese a que lo es, sin embargo a su compañero maculino de oficina con menos estudios que ella le han ascendido y ofrecido mejores garantias. De nuevo sus jefes son hombres de más 50 años. A ella le mandan hacer los recados de la oficina y a su compañero firmar los planos.

    Así estamos, España del siglo XXI.

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